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Entramos hasta la cocina


Dentro de una cocina central de catering: así se organiza la maquinaria invisible de un gran evento


Cuando asistimos a un evento, pocas veces imaginamos lo que hay detrás del plato que nos sirven. En esta ocasión, nos adentramos en las cocinas centrales de Cal Blay, una de las empresas referentes en el mundo del catering experiencial, para descubrir cómo se articula toda una infraestructura pensada para dar servicio impecable a eventos de gran formato. Un backstage que rara vez se muestra, donde la eficiencia, la innovación y la obsesión por el detalle marcan la diferencia.


El reto de la organización interna


Desde el primer momento, lo que sorprende es el nivel de planificación y logística. Cada espacio está diseñado con un propósito: desde zonas de almacenamiento de flores y hielos hasta áreas para vajilla, mantelería y cristalería con osmosis para evitar marcas. Todo está etiquetado, ordenado y controlado por responsables de área. Nada se improvisa.


El flujo de trabajo está tan bien definido que incluso hay un túnel de control por el que pasan los equipos antes de entrar en cocina, como si se tratara de un quirófano. Se respira una cultura de precisión y profesionalidad.


Decoración, mobiliario y servicio: mucho más que gastronomía


Cal Blay no se limita a cocinar. En sus instalaciones se almacenan y mantienen elementos decorativos, mobiliario, estructuras para photocalls, sombreros, bicicletas y todo lo que pueda complementar la estética de un evento.


También se encargan de servicios que suelen externalizarse, como el guardarropía, con formación incluida para evitar errores. Esta visión integral no solo aporta eficiencia, sino también coherencia estética y control sobre la experiencia.

“Una cosa es lo que hacemos. Otra, cómo lo vendemos. Y lo que vendemos es imagen”, nos recuerdan.

Tecnología aplicada a la producción gastronómica


En cocina, la maquinaria impresiona. Desde marmitas con control exacto de temperatura y palas automáticas que simulan el movimiento manual, hasta sistemas de abatido para asegurar la durabilidad sin conservantes. Todo está pensado para asegurar consistencia, seguridad alimentaria y calidad.


Producción a gran escala, sin perder el alma artesanal


Aquí se trabaja con lo que se conoce como quinta gama: platos preparados envasados individualmente, pesados uno a uno para asegurar la proporción exacta, etiquetados por lote y sometidos a control de metales.


Cada día se preparan hasta 7.000 platos con más de 20 referencias distintas, que se distribuyen en menos de 24 horas. Todo el proceso, desde el pedido hasta la entrega, se articula con precisión quirúrgica.


La dimensión humana y los oficios invisibles


Uno de los momentos más reveladores de la visita es cuando nos presentan al equipo de limpieza. Seis personas de una misma familia, encargadas de mantener el orden y la higiene de la nave. Son “las piezas más importantes de la empresa”, nos dicen. Porque de nada sirve una gran cocina si la copa está sucia o el baño no está a la altura.


Además, hay un área dedicada al I+D y a la fotografía gastronómica, donde se testean nuevos productos, se hacen pruebas de presentación y se forman los equipos. Cada detalle cuenta.


Una maquinaria invisible que lo hace posible


Salir de esta visita sin admiración es imposible. Lo que aquí se cuece —literal y metafóricamente— es mucho más que comida. Es una infraestructura diseñada al milímetro, una cultura de trabajo obsesionada por el servicio y una apuesta decidida por hacer bien las cosas… aunque no se vean.


En un mundo donde la imagen lo es todo, pocas veces reparamos en lo que sostiene esa imagen. Aquí lo hemos visto con claridad: detrás de un evento brillante, hay una cocina que brilla más aún.

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