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#29 Turbulencias en eventos y en aviones volando más de 30.000 pies de altura: Uri Pujol

En este episodio "volamos" a los simuladores de Hangar 10 en el Aeropuerto de Sabadell y entrevistamos a Uri Pujol Sans, piloto de línea aérea, speaker y experto en liderazgo, que nos muestra cómo el rigor del mundo aéreo conecta directamente con la excelencia en la organización de eventos.


Así como un vuelo no deja espacio para la improvisación, un evento que supere expectativas necesita protocolos, escaletas y guiones claros. La aviación y la producción de eventos comparten un mismo ADN: la precisión, la seguridad y el trabajo en equipo.


Lo interesante llega cuando Uri explica que esa misma disciplina que mantiene un avión en el aire es la que hace que un evento salga redondo. No hablamos solo de seguir un plan: hablamos de coordinación quirúrgica, de comunicación sin margen de error y de tomar decisiones bajo presión sin perder nunca el control.


Una lección que vale tanto para la cabina de un avión como para cualquier equipo que se atreva a ir más allá de lo convencional, en los eventos o en la vida.

"Los aviones despegan contra el viento. Porque es justo ahí, en la resistencia, donde está la oportunidad de volar más alto."


Dentro de la cabina: lecciones de aviación para producir eventos impecables


Nos subimos al simulador de Hangar 10, en Sabadell, junto a Héctor y Uri —piloto de línea, speaker y experto en liderazgo— para explorar cómo el rigor del mundo aéreo puede inspirar la producción de eventos. La conclusión es clara: tanto en la cabina como en el backstage, nada se deja al azar. Un evento que marca la diferencia nace de protocolos definidos, escaletas precisas y una comunicación sin fisuras. La coordinación quirúrgica, la seguridad y la capacidad de decidir bajo presión son un mismo lenguaje que comparten pilotos y productores.


El reto del montaje: planificar como si fuera un vuelo


La magia de un evento no ocurre en el escenario, sino mucho antes. La sensación de que “todo fluye” es el resultado de meses de preparación silenciosa. En el simulador, antes de despegar ya están definidos peso, combustible y ruta. En un evento, el paralelismo es evidente: proveedores seleccionados, flujos de público estudiados, planes de contingencia definidos. Lo que parece espontáneo es, en realidad, una coreografía milimétrica donde cada detalle tiene un motivo.


Igual que en aviación, existe un plan principal y varias rutas alternativas. En nuestro sector hablamos de plan A, plan B o incluso plan C. El objetivo es que la experiencia del asistente nunca perciba el esfuerzo tras bastidores, sino la fluidez de algo que parece natural, aunque esté diseñado al milímetro.


Metodología de vuelo aplicada al evento


Uri lo explica con claridad: ningún vuelo despega sin protocolos y ningún evento debería abrir puertas sin escaleta. El protocolo baja pulsaciones porque define roles, responsables y momentos de control. Permite que cada miembro del equipo sepa qué hacer en el instante preciso.


La escaleta es el equivalente a un plan de vuelo. Más que un documento técnico, es la narración del evento. Contiene los tiempos, los cues técnicos, los márgenes para improvisar con seguridad. Es el mapa que guía a todos en la misma dirección, evitando que lo inesperado se convierta en caos.


Psicología y liderazgo: primero, personas


Pilotar aviones y pilotar personas son dos tareas que comparten la misma raíz: la gestión de la confianza. Uri recuerda que detrás de cada operación hay personas con historias, emociones y límites que deben ser respetados. En un evento ocurre lo mismo. El valor no está solo en la escenografía o la técnica, sino en el cambio humano que se genera.


La comunicación clara, el lenguaje sencillo y la capacidad de transmitir calma son tan importantes como un buen montaje audiovisual. La confianza, esa red invisible que sostiene al equipo, es lo que permite reaccionar de manera efectiva cuando la presión se intensifica.


Gestión de crisis: redundancias que salvan el directo


En aviación todo tiene un respaldo. Si un generador falla, hay un segundo; si este tampoco funciona, existe un sistema auxiliar que mantiene lo esencial. Ese mismo principio guía a la producción de eventos. La redundancia técnica, los protocolos de escalado y la capacidad de documentar cada incidencia son la diferencia entre un fallo anecdótico y un desastre visible.


La preparación se convierte en tranquilidad. Ensayar fallos, prever reacciones y diseñar respuestas claras son prácticas que, lejos de limitar, otorgan libertad creativa. Igual que un piloto confía en la RAT como último recurso, un productor confía en su plan de contingencia para mantener la narrativa intacta.


Del cockpit al backstage: un mismo lenguaje


El autopilot equivale a procedimientos estandarizados que liberan espacio mental. El briefing previo al vuelo se refleja en la reunión de coordinación antes de abrir puertas. El simulador es el ensayo general que anticipa errores y permite afinar respuestas. Estas analogías no son solo metáforas inspiradoras: son métodos de transferencia de conocimiento entre dos mundos que comparten la misma obsesión por la precisión.


Ética del diseño: impacto sin sensacionalismo


Crear experiencias intensas no significa cruzar límites. Tanto en la cabina como en un evento, la seguridad física y emocional no es negociable. El diseño de dinámicas debe tener en cuenta la ética, los objetivos corporativos y el acompañamiento adecuado para transformar la emoción en aprendizaje real. Un impacto sin reflexión se queda en anécdota; un impacto bien encuadrado se convierte en motor de cambio.





Los aviones siempre despegan contra el viento. Es en la resistencia donde encuentran la fuerza para elevarse. Lo mismo sucede en los eventos: en la tensión, en la incertidumbre y en los imprevistos es donde el equipo demuestra su verdadera capacidad. La producción de un evento impecable no consiste en evitar la turbulencia, sino en saber pilotarla.


Como en la cabina, en el backstage buscamos la precisión que sostiene la emoción. Y cuando ambas conviven, lo que queda no es solo un recuerdo, sino la certeza de haber vivido algo que nos hizo volar más alto.

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